
—¡No se aflija, mi amigo! Sí, sé que la ha pasado mal. Sé que lo han acusado injustamente, lo han azotado y lo han humillado en público... Pero puede contar con que al menos yo respetaré su autonomía y no le impondré valores ajenos a su cultura, como la presunción de inocencia y la protección contra los tormentos.
—Uuh...
—No, no hace falta que me agradezca. Lo haría por cualquier persona.
Ja, ja, ja, ja, muy bueno. Quizás ahí alguno prefiera cambiar de cultura.
ResponderEliminar:-)
Conozco a un par de… ciudadanos… que no le verían la gracia a tu viñeta. En efecto, me han dicho que los derechos humanos no hay por qué «imponerlos» a una cultura ajena. ¡Ay, si solo hubiera tenido tu viñeta a mano!
ResponderEliminar