—Este señor quiere venderme voluntariamente su hígado porque el sueldo que acordamos de manera libre y sin coacciones no le alcanza para alimentar a sus hijos. ¡Pero el estado no lo permite! Ahora, por culpa de esta injerencia estatal en los acuerdos privados entre ciudadanos particulares, esos pobres niños pasarán hambre. ¡Es una vergüenza!
—Es una bonita alma inmortal esa que llevas ahí, hijo. Sería una pena que le pasara algo malo, ¿no crees?
—Una táctica, por ejemplo, es usar el sarcasmo para minimizar lo que dice el otro.
—Oh, sí. ¡Qué táctica poderosa! Así fue como Alejandro Magno conquistó Persia.
—¡Tenés que hablar con el juez para que me saque de acá! ¡Me tendieron una trampa! ¡Me engañaron!
—¿De qué manera?
—Me dijeron que iba a poder tener visitas conyugales, pero no aclararon que el cónyuge tenía que ponerlo yo! ¡Fraude!
—¡Nada de educación sexual! ¡Nada de anticonceptivos! ¡Nada de aborto y nada de que los homosexuales adopten! ¡Que a ningún sacerdote humilde le falten madres solteras o huérfanos para lavarles los pies!
—Sí, Su Santidad.
