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lunes, 13 de julio de 2015

La segunda carrera espacial

Mañana la misión New Horizons llega a Plutón tras casi diez años de viaje. A manera de festejo, el humorista gráfico Andrés Diplotti le cede su blog al escritor Andrés Diplotti para publicar “La segunda carrera espacial“, que a partir de mañana pasará a formar parte del género de historia alternativa.



¿Sabe cuánto cuesta poner una persona en Mercurio?

¿Sabe cuánto cuesta poner media docena?

Sí, claro que cree que lo sabe. Pero las cifras que ustedes publicaron son las que se dieron a conocer, las oficiales. Si yo le contara los números que vi en los papeles, usted escribiría su nota nada más que sobre eso.

Sí, fue dinero bien invertido, por supuesto. Tres naciones tienen bases permanentes en la Luna, algo que hace veinte años era impensable. Hay nuevas tecnologías, nuevas industrias… Más de una economía se reactivó… Pero trate usted de hacerles entender eso a los políticos. O a la gente que vota a esos políticos. Ellos solamente ven el fracaso, la humillación. Imagínese: el país que ganó la Guerra Fría, el país que llegó a la Luna… Y vienen los tipitos verdes y se les cagan de risa en la cara.

No, no son verdes. Bah, no sabemos. No, qué Área 51 ni qué Roswell. Nos agarraron por sorpresa. No teníamos ni idea antes de lo de la New Horizons.

Le suena la New Horizons, ¿no? Todos se acuerdan del mensaje y se olvidan del mensajero. La mandaron en un viaje de diez años a Plutón, y apenas a los seis meses le rebajaron el destino a planeta enano. Es no tener suerte, ¿eh?

Pero bueno, no por eso van a abandonar una misión. Así que, cuando llegó el momento, estaba toda la gente con las antenas paradas.

Debe ser por eso que usaron la sonda. Sabían que íbamos a estar escuchando.


Imagínese la situación: Usted está lo más pancho en el Centro de Operaciones, esperando ver una imagen de Plutón con sus lunitas, y en la pantalla le aparece un fotograma de una película de Miyazaki. Mi vecino Totoro, para más datos.

Por supuesto, todos pensaron que era una broma. Un hacker o algo. Pero no, las imágenes venían de Plutón. ¡Y no sabe con qué fuerza venían! No lo podíamos entender. La sonda tenía que estar enchufada a una central nuclear para transmitir con esa potencia. Usted mismo podía captar la señal con una antena de televisión satelital, si sabía apuntarla. Muchos lo hicieron.

Casi nueve mil imágenes. Una por minuto durante seis días. Retratos, paisajes, obras de arte… Bah, usted las debe haber visto. No había ningún criterio, ningún orden. Pero el mensaje era claro: “Estuvimos ahí. Vimos todo esto.”

Y cada imagen llevaba una leyenda sobreimpresa. Todas la misma leyenda, cada una en un idioma distinto.

No me la voy a olvidar nunca de tan cursi que era.
TIENEN USTEDES UN PLANETA ADORABLE. ESPERAMOS QUE ALGUNA VEZ NOS VISITEN PARA QUE PODAMOS MOSTRARLES EL NUESTRO. LES DEJAMOS UN REGALITO EN MERCURIO.
“El día que cambió el mundo”, lo titularon ustedes. Lo que a mí me cambió fue la carrera. Póngase en mi lugar: un chico de pueblo, con el master de ingeniería todavía caliente, va y consigue un trabajo relacionado con la nueva carrera espacial. ¡El sueño del pibe!

Esto último no lo cuenta, ¿no? Confidencialidad de las fuentes y todo eso. Bah, tampoco es que me importe mucho. ¿Qué, me van a hacer echar de la planta de Córdoba? Sí, es un trabajo piola. No tan glamoroso como la NASA, pero es en mi país. ¿En serio no quiere que le cuente de nuestra estacioncita? Nos está quedando una preciosura. Para fin del año que viene la tenemos en órbita y tripulada.

Bueno, ¿dónde estaba?

Ah, sí. Carrera espacial.

Digamos la verdad: los de la India hicieron trampa. Dijeron que no, que ellos estaban interesados en otra cosa, que estudiaban la explotación de los asteroides cercanos a la Tierra… Y bueno, era creíble. Nos concentramos más en los sospechosos de siempre: Rusia, China…

Y después estaban todos los que fundaron agencias espaciales de la noche a la mañana para aprovechar los nuevos vientos. Pero esos no eran competencia.

Eso sí, lo de Omán fue alevoso. ¿Se acuerda? Juntaron a todos los medios en la Casa Blanca y el secretario de Estado empezó muy circunspecto: “Tememos que puedan utilizar los cohetes balísticos que están desarrollando para lanzar explosivos nucleares…” Bla, bla, bla. ¡Mentira! De lo que tenían miedo era que llegaran a Mercurio antes que nosotros. No, ni de lejos tenían la capacidad. Pero insisto: trate de explicarle esas cosas a un político. Algunos se imaginaban los secretos de los aliens en manos de musulmanes y se les iban las pulsaciones a setecientas.

A la distancia parece un chiste, ¿no?

Lo que vino después fue rutina: Washington le mandó un ultimátum a Mascat para que pararan el programa espacial, Mascat respondió que se metieran el ultimátum donde mejor les cupiera, Washington sacó los portaaviones… En fin, ¿para qué le voy a contar? Usted lo debe saber mejor que yo.

Y así, distraídos como estábamos con aventuritas como esa, y con los vuelos de prueba de la Aquarius, tardamos en darnos cuenta de que los indios le estaban prestando mucha atención a Simurgh.

Era un asteroide chiquito, sin mucha importancia, pero con una particularidad: estaba en resonancia orbital con la Tierra. Exacto, órbita de herradura. Todas las navidades se acercaba bastante para mandarle dos o tres lanzamientos sin despeinarse demasiado. Cuando nos enteramos llevaban años haciéndolo, primero desde Satish Dhawan y después desde la base lunar Chandrasthana. Ya habían instalado un módulo habitacional y equipos para generar aire, agua y combustible con la materia prima del propio asteroide.

Y… ¿Adivina qué? No faltaba tanto para que estuviera en buena posición para bajar una navecita a Mercurio.

Estuvieron bien los morochos, ¿eh? Se nos tendría que haber ocurrido a nosotros. Yo los aplaudo.

Los aplaudo ahora, por supuesto. Cuando nos enteramos, lo que menos se escuchaba era “qué grandes estos guachos”. De repente, todo el cronograma tan cuidadoso que teníamos nos dejaba segundos lejos.

¡Qué tiempo hermoso fue aquel! Meses y meses de dormir en el trabajo y no parar ni para tomar agua. Había que preparar un nuevo plan de vuelo, rediseñar la nave a los apurones para llevar más propelente, reforzar la protección contra la radiación solar… Las go-pills circulaban como chicles. Todos los días teníamos algún pez gordo picaneándonos. “Vigilamos que gasten bien los dólares del contribuyente”, decían los hijos de puta. Daban ganas de matarlos. Un día un senador preguntó si no se podía llevar una escuadra de marines para proteger el tesoro y casi lo matan en serio. Un ingeniero le saltó encima: “¡¿Dónde carajo quiere que los meta?!”. No volvió más. El ingeniero tampoco.

Sí sé que llevaron armas. ¿Sabía que un rifle normal funciona en el vacío? Por lo menos en teoría.

Por suerte no hubo que comprobarlo. No estalló ninguna guerra de las galaxias.

¿Sabe por qué? ¡Porque ganamos! ¡Llegamos primero, sí señor! Aquel inmortal ocho de agosto a las catorce veintisiete UTC, el módulo de descenso Union de la nave Aquarius 4 se posó en la superficie de Mercurio. La comandante Rosenthal se mandó un discurso sobre la capacidad humana para afrontar desafíos y sobre el esperanzador futuro de la especie, y después todos se sacaron muchas fotos instalando los equipos de excavación y extrayendo el cofre.

¿Sabe qué es lo que a mí me da más rabia? Que algunos digan que todo estuvo trucado. ¡Con lo que nos costó! Se nota que la iluminación es artificial, dicen. ¡Pero por supuesto que es artificial! ¿Qué querían? ¿Que fuéramos a Mercurio de día?

Payasos.

Bueno, le hablaba del cofre. Era una cosa pesada, de plomo. Estaba enterrado a dos metros de profundidad en las coordenadas que los aliens nos habían dado. Justo debajo de la equis.

Le juro, había una equis de cinco metros marcada en el regolito.

En fin, se la hago corta porque es historia conocida. Con mucha ceremonia abrieron el cofre y encontraron otro cofre, de hierro. Adentro del cofre de hierro había uno de bronce.

Cuando llegaron al de plata, más de uno estaba transpirando en Control de Misión.

Pero al fin, adentro del estuche más chiquito, estaba el libro.

“El Libro de la Sabiduría”, lo llaman todavía algunos graciosos. Una pila de láminas de oro con una leyenda repetida en todos los idiomas del mundo.

A esa tampoco me la voy a olvidar nunca:
¡FELICIDADES! ¡SABÍAMOS QUE LO LOGRARÍAN! HE AQUÍ NUESTRO REGALO: LES HEMOS DADO LA MOTIVACIÓN PARA DEJAR DE LADO SUS DIFERENCIAS Y TRABAJAR JUNTOS EN POS DE UN OBJETIVO COMÚN. SIGAN POR ESTE CAMINO Y ALGÚN DÍA NOS ENCONTRAREMOS ENTRE LAS ESTRELLAS.
¿Y? ¿Qué me cuenta? Ahí nomás, la audiencia más grande de la historia vio que nos habíamos matado durante años y nos habíamos gastado millonadas de millonadas por un panfleto de autoayuda.

Sí, sí. Los trolls más grandes del universo, esos marcianos.

Por supuesto, los seis astronautas tuvieron un recibimiento oficial de héroes. Pero, si se fija, no hubo mucho entusiasmo. Era distinto en los sesenta, cuando solamente se trataba de llegar. Ahora habían ido a buscar algo. Pensaban encontrar no sé qué poderío extraterrestre… Y lo que encontraron fue que les bajaban los pantalones enfrente de todo el mundo.

O, por lo menos, así lo ven allá. Bueno, eso no sería nada: así lo ven también en la India. Y ni le cuento en Omán.

Y en Rusia, y en China…

¿Que qué pasó después? No me quedé a verlo. Adiviné que se venía una reestructuración gorda, así que renuncié antes de que me echaran y me tomé el primer avión de vuelta. No fui el único.

Pero me equivoqué, ¿sabe? Sí, supe que movieron algunas piezas, que rodaron un par de cabezas inocentes… Pero, en general, fue mucho menos grave de lo que me esperaba.

Sí, claro que sigo en contacto con alguna gente. Más teniendo en cuenta que no cambié de rubro. Así que…

¿Sabe una cosa? Si me confirma lo de la confidencialidad, le doy una primicia.

En la industria corren rumores de que están preparando una nueva nave. No lo dicen directamente, pero uno escucha que este laboratorio prueba nuevos métodos de propulsión, este otro desarrolla materiales, aquel investiga fuentes de energía más eficientes… Sí, como en los días del programa Aquarius, pero sin tanto bombo y platillo. Raro, ¿no? Incluso se comenta… ojo, a mí no me consta… pero se comenta por ahí que hay gente experimentando con tecnologías exóticas que… ¿Cómo le diré? No que rompen las leyes de la física, pero… que les hacen trampa.

Le insisto que esto hay que tomarlo con pinzas. No lo publique solo porque yo se lo dije. Usted verá si lo chequea.

¿Le cuento otra cosa? Esto no es una primicia, pero tampoco veo que se sepa mucho.

Durante los seis días de transmisión de imágenes, la fuente de la señal no se quedó quieta. No, se fue moviendo a una velocidad enorme con rumbo a la constelación del Microscopio. Y se ha podido calcular con mucha precisión a qué estrella le apuntaba.

¿Le digo una cosa más?

Si yo estuviera en el lugar de esos bromistas, me iría preocupando.



“La segunda carrera espacial“ forma parte de la colección Los colores del molusco, que puede obtenerse por un precio voluntario a partir de $0,00.

1 comentario :

  1. Excelente relato, Andres. Ojala que escribas mas seguido, como en las epocas de Pez Diablo.
    Saludos desde Pigue, provincia de Buenos Aires

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